Si revisamos las diferentes etapas que la sociedad mexicana ha vivido a lo largo de la historia, desde los inicios como sociedad prehispánica, pasando por su colonización, y su consolidación como estado nacional, hasta llegar a lo que podemos reconocer como estado global, tomando en cuenta los aspectos políticos, económicos y particularmente el tema que pretendemos analizar; la educativa, nos podemos dar cuenta que ese tránsito social y educativo, se ha caracterizado por ser una travesía caótica y convulsiva, efímera en cuanto a proyectos educativos de estado, falta de continuidad en los programas, reformas y propuestas educativas que no se consolidan ni producen resultados satisfactorios, promesas de mejoramiento que no se concretan, abaratamiento de la calidad educativa, menosprecio a lo educativo y mayor énfasis en lo económico, no hay una visión clara de modelo educativo a seguir, gobernantes que solo pretenden imprimir su estilo de conducción política a través de la educación, aplicación de modelos de evaluación que propician efervecencia social y pocos resultados que no conducen a la mejora, una presencia enfática de la política sobre lo educativo respecto a la planeación, falta de reconocimiento a la diversidad étnica, cultural, y a las necesidades y estilos de aprendizaje tanto de estudiantes como de la población en su conjunto. A pesar de ello, es de reconocerse que se han hecho esfuerzos y puesto en marcha acciones para obtener mejores resultados, y se sigue reconociendo que la educación es la herramienta máxima para lograr un verdadero desarrollo en nuestro país. La pregunta que se formula ante tanta inconsistencia es ¿qué hace falta para que la sociedad mexicana tenga una educación que logre demostrar una solidez y calidad en los aprendizajes de los mexicanos?.
Para respoder la interrogante muy general propuesta en el párrafo anterior, se proponen algunos planteamientos, pero que necesitan mucha voluntad donde se involucren aspectos no solo económicos o políticos que también son necesarios, sino una decidida voluntad volcada a tomar en cuenta aspectos meramente educativos como son los fines, principios y valores que debe poseer una educación acorde a la cultura mexicana. A lo mejor pueden no ser tan diferentes a las de otras culturas, pero sí debidamente apegadas a una mexicanidad que tiene sus propios rasgos. Una aplicación rigurosa de los preceptos normativos que marca la constitución mexicana que tienen relación con la educación, que en la aulas no solo se transmitan teorías y prácticas educativas frívolas, sino revestidas con aplicaciones axiológicas para unificar las raíces de la sociedad mexicana tan desmenbrada en la actualidad, dirigentes educativos con alto perfil en conocimientos científicos para liderar los procesos educativos dentro y fuera del país, una masificación de los accesos de la información a través de la tecnologización en los centros educativos tomando en consideración la pluralidad geográfica y étnica existente, mayor participación responsable de los padres en la toma de decisiones en la política educativa a aplicar, capacitación de calidad hacia los profesores con los temas que verdaderamente son necesarios para su formación y actualización, mayor apertura hacia la tolerancia sobre la diversidad, lo diferente, a la crítica y a lo contrastante. Lo que vendría a concretarse mediante un cambio de paradigma educativo de todos los actores sociales, incluyendo todos los sectores involucrados en la educación.
Mi enorme gratitud hacia mis alumnos, quienes son sin duda, la viva fuente de inspiración para luchar por una educación de elevado nivel, a través de la teorización de las ideas que entusiastamente versan sobre los temas que tratan en las sesiones de clase.
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